La leyenda de Zaida

Adaptación inspirada en las leyendas Árabes del Castillo de Monteagudo recogidas por el periodista PEDRO DÍAZ CASSOU

Han pasado muchos siglos desde que ocurriera esta historia de amor imposible, y aún resuenan sus ecos  entre los habitantes más ancianos del lugar. Presente cuando alzamos nuestras miradas a la ventana del Castillo de Monteagudo, por la que se precipitaron al vacío la princesa Zaida y el noble cristiano aragonés.

Era una época convulsa, con fronteras difusas y en constante avance y retroceso entre moros y cristianos. Las confrontaciones bélicas se sucedían. En una de esas escaramuzas, a los pies del Castillo de Monteagudo, el alcaide moro captura a un noble aragonés.

Ilustración original de Pedro Hurtado

Preso en las mazmorras del Castillo, el alcaide decide no enjuiciarlo: dada su condición, es de esperar un suculento rescate. Decide mantenerlo con vida y el noble goza de cierta libertad entre los muros, pudiendo moverse libremente.

En una de las numerosas visitas a Monteagudo de la sultana Zaida, prometida del alcaide moro, de educación exquisita, culta, inteligente y unida a todo esto de una belleza increíble, el noble cristiano queda prendado de la joven doncella.

Comprometida por pactos políticos al hermano del rey nazarí de Granada, estaba en Monteagudo siendo instruido en las artes de la guerra, arquitectura y política. La dote que Zaida aportaba a su posible matrimonio con el granadino era de una gran importancia; la entrega de importantes plazas militares. Los ancianos más atrevidos que han transmitido esta leyenda, aseguraban que además incluía unos documentos de gran valía: los planos del  «Qasr ibn sad», más conocido el «Castillejo». El que fuera Palacio de recreo del legendario «Rey Lobo». La belleza de este palacio resonaría por los siglos, llegando a nuestros días como la fuente de inspiración inicial del periodo de mayor esplendor constructivo de la Alhambra.

El noble aragonés, y la sultana Zaida desafiaron a los convencionalismos y tradiciones de la época para vivir su historia de amor clandestina bajo las ramas de un viejo olivo que delimitaba los jardines del Castellar. Cuando planeaban su huida a tierras aragonesas, fueron descubiertos por una doncella, prendidos y conducidos al patio de armas del Castillo de Monteagudo.

El Granadino, cegado por los celos y sed de venganza, acude al castillo a reponer su honor, enzarzándose en una lucha en lo alto de la fortaleza en la que en un movimiento de improviso el granadino lanza al vacío desde la ventana del castillo de Monteagudo al cristiano. La princesa, en un arrebato de desesperación y locura, sigue a su amado por el precipicio lanzándose desde aquella ventana para no ser entregada al nazarí y no compartir jamás su amor con nadie, cayendo ambos cuerpos a la profunda sima del castillo. 

Aquella noche, se mandó talar de raíz el viejo olivo que delimitaba los jardines del Castellar para que esta historia cayera en el olvido, pero corrió como la pólvora entre los reinos cristianos y cuando Murcia paso a manos cristianas, en el lugar donde se hallaba el viejo olivo testigo de aquel amor prohibido, pero verdadero, se erigió una cruz que perdura en Monteagudo hasta nuestros días.

Aún hoy, los enamorados se acercan hasta la cruz del collado de Monteagudo a depositar una vela y pedir por el amor verdadero en recuerdo de la princesa Zaida y el noble cristiano.