Castillo de Monteagudo. El regalo envenenado de una reina

La sennora Reyna de Montagudo

‘’La sennora Reyna tiene en el regal de Montagudo, en la vinua et en el [aluarl. y mismo, dc tahullas, que son xc alffabas ‘’.

Es curioso como Doña Violante de Aragón fue la primera persona que se nombra en el repartimiento de tierras murcianas que se produjo entre 1257 y 1271 y, sin embargo, fue olvidada en los escritos de la época. Esto nos lleva a la dificultad del estudio y el análisis de su vida, paliado gracias a documentos contemporáneos de especialistas que al igual que los lectores, tuvieron curiosidad por un personaje tan importante como dispar.

Un fiel retrato de la realidad no puede si no mostrarse con un principio y un final. La primera mención que tenemos de ella es en enero de 1238 cuando su padre Jaime I promete conquistar Valencia y ordena el traslado de su mujer y su hija. El nacimiento de nuestra reina se calcula que fue entre 1236 y 1237 y solo tres años más tarde ya era la escogida por el rey Fernando III para casarse con su hijo, el infante Alfonso. A la dulce edad de siete años, Violante fue la protagonista del Tratado de Almizrra en 1244, mediante el cual, su mano quedaba entregada a Alfonso, este contrato se culmina dos años más tarde en Valladolid, contando la reina con nueve años. Finalmente, en 1249, se consumaría el matrimonio de acuerdo con los Derechos Romano y Canónico, cuando Violante tenía 12 años.

 

A pesar del matrimonio, anunciado con antelación, parece ser que no fue un beneficio para los reyes que desde niños conocían su porvenir, pues no fue un enlace feliz en ninguna de las dos partes. Doña Violante en sus primeros años fue rechazada por su marido por la ineficacia de los intentos por tener descendencia, tanto así que se barajó la posibilidad de un segundo enlace con una princesa noruega. Este suceso, ocurrió debido a la escasa edad de la reina, la cual no había menstruado aún y, por tanto, no podía tener descendencia. Sin embargo, cuando la princesa Cristina de Noruega llegó al reino para casarse con Alfonso, pareció que la naturaleza escuchó con apremio los deseos de los reyes y tuvieron a su primera hija, Berenguela y a ella le sucedieron diez hijos más.

La vida política de la reina comenzó con la preocupación por la sucesión del trono. En ocasiones hasta tuvo la oportunidad de solucionar los problemas que ocurrían en el reino. En 1264, la situación del reino de Murcia era alarmante, las tropas castellanas no daban abasto en sofocar las revueltas mudéjares, el ejército de Alfonso X era escaso e ineficaz ante la multitud opositora. Es entonces cuando Doña Violante acude a su padre el rey Jaime I de Aragón en busca de aliados para aumentar en número. Con una misiva le apremia para que llegue con su ejército y ayude a su marido para evitar la pérdida del legado de sus hijos. Durante los siguientes dos años, las luchas entre cristianos y musulmanes estuvieron a la orden del día. La ayuda aragonesa llegó tarde, en 1265, pero llegó. El rey Jaime I se impuso sobre los mudéjares y con el extra de que el emir granadino destinó menos ayuda a los rebeldes para proteger su propio emirato, en junio de 1266 finaliza la revuelta.

Doña Violante no solo ejercía el papel de hija de Jaime I y esposa de Alfonso X, si no que era el arma comunicativa entre ambas coronas, su presencia paliaba los problemas personales entre suegro y yerno, consiguiendo como hemos visto incluso el apoyo entre ambos.

Fue en la tercera partición de Murcia de 1268, tras la buena acción desempeñada por la reina, donde se regala la fortaleza de Monteagudo con sus viñas incluidas a Doña Violante de Aragón.

El castillo solía ser destino de preferencia de su marido en su juventud cuando se hospedaba en tierras murcianas. La razón de la elección del monarca en este lugar fue su buena situación estratégica y su cercanía al centro de la ciudad. Como su propio nombre indica, la fortaleza se sitúa en un macizo abrupto que permitía una visibilidad especial del Camino Real, el cual unía la ciudad de Murcia con la de Orihuela. Un enclave así en la época era de suma importancia para ver si las tropas enemigas llegaban al territorio, por lo que la donación del castillo y de los terrenos adyacentes fue un regalo muy bien avenido.

No obstante, su fase posterior en el reinado de Castilla, le proporcionó una imagen en la historiografía bastante cuestionable, sobre todo por el suceso con sus nietos los infantes de la Cerda, del que hablaremos más adelante. Lo que sí está claro es que, durante su reinado, la monarca consorte ejerció su capacidad de gobierno con éxito, sin embargo, no tuvo la misma suerte con la elección de los matrimonios de sus hijos e hijas, en éstos últimos fallando estrepitosamente. Por ello la reina, que tenía el deber de asegurar una sucesión pacífica entre sus descendientes, no lo consiguió y hasta llegó a tener enfrentamientos con su nuera María de Molina.

La imagen devaluada que se produjo de la reina fue debido a su posición a favor de sus nietos, los infantes de la Cerda. Esto sucede porque su hijo y futuro heredero del reino de Castilla, el infante Fernando de la Cerda, muere. Es entonces cuando se plantea el problema de la sucesión, siendo el segundo hijo de los monarcas el que debía reinar según la ley. Parece ser que esta decisión no le gustó del todo a la reina, la cual se proclamó a favor de un fragmento de las Siete Partidas, escritas por su marido, donde dejaba la sucesión del trono a los hijos del fallecido. Doña Violante se posicionó en beneficio de sus nietos los infantes de la Cerda, Sancho IV mientras tanto no quedó de acuerdo con su madre y siguió reiterando su soberanía. En 1278, la reina, demostrando su carácter, marchó con su nuera Blanca y con sus nietos e intentó buscar aliados que la apoyaran en la causa. El aliado escogido fue su hermano Pedro III de Aragón, pero el rey no estaba por la labor de incluirse en una guerra donde no le habían llamado por lo que le negó la ayuda.

Lejos quedaron aquellos años en los que la reina evitaba guerras, incluso el regalo del castillo de Monteagudo le fue arrebatado y devuelto a la corona bajo el control de un alcaide real. Doña Violante no tuvo más remedio que volver sola a Castilla tras el estrepitoso intento de cambiar la sucesión de la corona. La reina cambiará irremediablemente de parecer en el momento de la coronación de su hijo Sancho IV, el cual regala el castillejo a su esposa María de Molina, esto no fue más que otra de las razones de la mala relación entre ésta y Doña Violante. Sin embargo, el destino es caprichoso y Sancho IV fallece en 1295 y la reina y su carácter vuelven a tomar partido, en este caso, volviendo al bando de su nieto Alfonso de la Cerda y anteponiéndose al futuro sucesor de otro de sus nietos, Fernando IV.

El final de Doña Violante es incierto, pues la reina fallece en 1301 y aunque se cree que se le dio sepultura en la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, no se han encontrado pruebas
materiales de que sus restos descansen en el lugar. Así, nuestra reina, tuvo un final poco brillante en comparación con la multitud de problemas que logró solucionar. Se le arrebataron las tierras que previamente se les habían regalado y se la trató de una reina rebelde debido a su elección del problema sucesorio. Sin embargo, no hay que olvidar la intensa labor política que desempeñó, sus actitudes altruistas mediante los mecenazgos y la capacidad de decisión que tuvo en muchos de los problemas que sucedieron en el trono de Castilla. No podremos olvidar que fue ella la que logró la unión de dos coronas con problemas entre sí, evitando una pérdida de los territorios murcianos a su marido. Por lo que, a fin de cuentas, estamos ante una reina poco conocida pero brillante e inteligente como solo ella supo demostrar.

Irene Riquelme Ruiz, Universidad de Murcia.

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